#Pastoral #A propósito del Jubileo 2025 #Jubileo2025

 

El Logo representa cuatro figuras estilizadas para indicar la humanidad que proviene de los cuatro puntos cardinales. Se abrazan, para indicar la solidaridad y fraternidad que debe unir a los pueblos. Se notará que el primero de la fila está aprehendido a la cruz. Es el signo no sólo de la fe que abraza, sino de la esperanza que nunca puede ser abandonada porque la necesitamos siempre y sobre todo en los momentos de mayor dificultad. Es útil observar las olas que están abajo y que están agitadas para indicar que la peregrinación de la vida no siempre se mueve en aguas tranquilas. Frecuentemente las vicisitudes personales y los acontecimientos del mundo imponen con mayor intensidad el llamado a la esperanza. Por eso hay que destacar la parte inferior de la Cruz que se prolonga en forma de ancla, que se impone al movimiento de las olas. Como sabemos, el ancla se ha utilizado a menudo como metáfora de la esperanza. El ancla de la esperanza, de hecho, es el nombre que recibe en el lenguaje de los marinos el ancla de reserva, utilizada por las embarcaciones para realizar maniobras de emergencia para estabilizar la barca durante las tormentas. No se debe pasar desapercibido que la imagen muestra cómo el camino del peregrino no es un hecho individual, sino comunitario, con la impronta de un dinamismo creciente que tiende cada vez más hacia la Cruz. La Cruz no es estática, sino también dinámica, se inclina hacia la humanidad, sale a su encuentro y no la deja sola, ofreciéndole la certeza de la presencia y la seguridad de la esperanza. Finalmente, se ve claramente, en color verde, el Lema del Jubileo 2025, Peregrinantes in Spem.

El Logo representa cuatro figuras estilizadas para indicar la humanidad que proviene de los cuatro puntos cardinales. Se abrazan, para indicar la solidaridad y fraternidad que debe unir a los pueblos. Se notará que el primero de la fila está aprehendido a la cruz. Es el signo no sólo de la fe que abraza, sino de la esperanza que nunca puede ser abandonada porque la necesitamos siempre y sobre todo en los momentos de mayor dificultad. Es útil observar las olas que están abajo y que están agitadas para indicar que la peregrinación de la vida no siempre se mueve en aguas tranquilas. Frecuentemente las vicisitudes personales y los acontecimientos del mundo imponen con mayor intensidad el llamado a la esperanza. Por eso hay que destacar la parte inferior de la Cruz que se prolonga en forma de ancla, que se impone al movimiento de las olas. Como sabemos, el ancla se ha utilizado a menudo como metáfora de la esperanza. El ancla de la esperanza, de hecho, es el nombre que recibe en el lenguaje de los marinos el ancla de reserva, utilizada por las embarcaciones para realizar maniobras de emergencia para estabilizar la barca durante las tormentas. No se debe pasar desapercibido que la imagen muestra cómo el camino del peregrino no es un hecho individual, sino comunitario, con la impronta de un dinamismo creciente que tiende cada vez más hacia la Cruz. La Cruz no es estática, sino también dinámica, se inclina hacia la humanidad, sale a su encuentro y no la deja sola, ofreciéndole la certeza de la presencia y la seguridad de la esperanza. Finalmente, se ve claramente, en color verde, el Lema del Jubileo 2025, Peregrinantes in Spem.



El Papa Francisco ha lanzado al viento, en 2025, y para toda la Iglesia, el

“Jubileo de la Esperanza”


La palabra “Jubileo” viene da la lengua latina Jubileum, que significa fiesta,

alegría, júbilo. 

Y es que la Esperanza con mayúscula, la GRAN ESPERANZA,

hay que saludarla y celebrarla a lo grande y con gran júbilo.


Solamente la “Gran Esperanza” de que Dios es fiel a sus promesas, da sentido

a las pequeñas esperanzas que, precariamente, vivimos a la deriva. 

Y la alegría también. Y la fortaleza también. Y también la sonrisa.

Como la noche espera al amanecer, así es nuestra esperanza; caminamos

esperanzados al encuentro de la gran Aurora.


Sin embargo, no se trata de una esperanza pasiva, lánguida y perezosa, sino

más bien de una esperanza activa, solidaria y comprometida.

La “Gran Esperanza” es Matrona, siempre con dolores de parto; es fecunda y

multiplicadora de esperanzas. Tiene vocación comunitaria y le gusta vivir y

cruzar fronteras en bandada. 

Apoyados unos en los otros, esperamos

salvarnos juntos.



Y esta esperanza – la esperanza teologal – tiene color verde: recrea la vista,

es alegre, hace relamer los labios, es alegre y no muere nunca. Pueden ajarse

y morir - ¡y mueren! – las pequeñas esperanzas, las esperanzas humanas, las

esperanzas puerilmente lúdicas; la esperanza anclada en Dios y en sus

promesas, siempre luce hoja perenne.

Mientras peregrinan en este mundo, los cristianos viven de y para la

esperanza. 

Sin ella, sería lo más parecido al infierno (De hecho, Dante escribe

en la “Divina Comedia” que en la puerta de la entrada al Infierno está escrito:

“Dejad aquí toda esperanza”, lo que equivale a la mayor tortura).


Curiosamente, yo creo que, en la puerta de entrada al cielo, también debe

estar escrito: “Dejen aquí la esperanza, porque ya no la necesitan y, con

inmenso júbilo, entren a vivir, con hartura, la realidad tan esperada”.


En este comienzo del “Jubileo de la Esperanza” sonríe, haz reverdecer tu

esperanza y, atrévete a “esperar contra toda esperanza”.


P. Hipólito Martínez, OSA.





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